“No te pongas en la piel nada que no puedas comer”
Todo lo que tiene contacto con nuestra piel es absorbido por nuestros poros llegando hasta el resto de nuestros órganos y sangre.
Los aceites vegetales tienen una composición similar a la de nuestra piel. Y la virtud de ofrecernos la posibilidad de regular nuestras carencias y excesos, producto de diversas raíces: stress, alimentación, toxicidad del ambiente; a través de la aplicación tópica o, en algunos casos, la ingesta.
Las extracciones de aceite vegetal tienen un primer proceso, llamado primera prensada en frío.
Esto significa que las semillas oleaginosas son prensadas en un sistema de compresión mecánica. A través de este sistema, se logra extraer un 20% (como máximo) de lo que la semilla ofrece en materia de aceite.
Para la industria y nuestros hábitos de consumo, este 20% es insuficiente. Entonces se lleva a cabo una segunda extracción en caliente (cuando no es así desde un principio).
Para este procedimiento se calientan las semillas a 80°/100°, más la ayuda de un solvente llamado hexano (derivado del petróleo), generando residuos tóxicos en el aceite que ingeriremos. La solución obtenida se somete a unos 150° y tratamientos de regulación de acidez con soda cáustica y/o ácido sulfúrico.
Los que elaboramos jabones sabemos que el hidróxido de sodio (soda cáustica) en unión con los ácidos grasos del aceite son la fórmula base de cualquier jabón disponible en el mercado, sea natural o industrial, existen contadas salvedades pero se caracterizan por su poca durabilidad y conservación así como su escasa espuma. El jabón que se genera en el aceite obtenido hasta esta etapa se separa, arrastrando consigo muchos ácidos grasos y minerales de alto valor nutritivo.
A esta altura el producto obtenido es impresentable en el mercado. Por lo que la intervención continúa:
Se somete el “aceite” a temperaturas de hasta 100° al vacío aplicando decolorantes que se llevarán del aceite vegetal su clorofila, entre otros pigmentos. Y por último a un proceso que llega a exigir temperaturas de hasta 270° para eliminar los malos sabores y olores productos del proceso industrial; con este último se barren también aceites aromáticos y restantes ácidos grasos libres.
Los ácidos grasos comienzan a alterarse químicamente a partir de los 110°. Por sobre los 150° las grasas insaturadas se vuelven mutagénicas (capaces de alterar características hereditarias o inactivar el ADN). También se generan sustancias tóxicas (grasas trans) que crean radicales libres y más.
Para completar, el aceite refinado, del que se eliminaron cantidad de vitaminas y cantidad incontable de fitoelementos y al que se adhieren muchísimas sustancias tóxicas perjudiciales para nuestra salud, a favor de la estética y consumo, en el mercado se presenta al alcance de la mayor parte de la población, en cantidad y precio. Las etiquetas nos engañan. La desinformación es tal que en la mayoría de los casos desconocemos el verdadero olor, color y sabor del aceite vegetal que ingerimos.
Por estos motivos, debemos informarnos, obstinarnos en conseguir para nuestra alimentación y la de nuestras familias, aceites de primera prensada en frío, provenientes de semillas cultivadas de manera agroecológica. Buscar un poquito más que un logo o un certificado. Consumir menos cantidad pero de manera constante.
Pequeños grandes hábitos a nuestro alcance que pueden construir una manera más armoniosa para nuestra salud y la de la gran madre. A la vez que poco a poco demanda a la industria una oferta de productos legítimos y de producciones a pequeña escala.