Hoy hace más de 8 años de mi primer parto, siempre pienso que parte de mi preparación para el momento fué el impulso de preguntarle a cada madre del entorno cómo habían sido sus partos, escuchar esos relatos que salían con tantas ganas como si esperarán toda una vida que alguien preguntase por ellos; remitiendo a emociones y momentos únicos, tan efímeros como trascendentales en los cuerpos de madres e hijes y de todo el entorno.
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Creo firmemente que la palabra acerca, la posibilidad de compartir nuestras historias nos encuentra con pares, nos inspira, nos alivia aunque sea un poquito dolores más profundos, nos empatiza. Porque como especie somos seres sociables y nos necesitamos como comunidad.⠀
Celebro la vida compartiendo este relato.⠀
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El día 13/3 de 2013 me desperté muy temprano con una sutil y repetitiva sensación, cómo de latido en una parte pequeña y profunda de mi abdomen que ya para esa época era bastante extenso. Salí al bosque a buscar ramas secas, el otoño ya empezaba a colorear desde el piso hasta el cielo, ese pulso constante dentro de mí. Había llovido durante días, todo olía a hoja mojada y el follaje estaba súper vibrante. ⠀
Mi mamá había viajado a casa para recibir a su nieta, cuando entré, mientras terminaba de poner la pava me miró a los ojos y me dijo: qué te pasa? Estás con contracciones? Las mamitas ya sabemos que los días previos al alumbramiento cada paso que damos nos preguntan lo mismo, así que revolié los ojos y entré con el ramerío a prender el fuego.⠀
Efectivamente ese latido eran las tan esperadas "contracciones". Efectivamente, algo adentro de mí me hacía saber que no iban a parar. Que no había vuelta atrás. Había comenzado. Lo fui transitando segundo a segundo. Sin anticiparme a nada. Cada segundo se escurría y no volvía.⠀
Justamente ese día esperabamos a un médico, posible acompañante de nuestro parto, posiblemente en casa.⠀
El médico llegó, midió contracciones y me dió un turno para control la semana siguiente. Le dije que para mí no iban a parar, me respondió "bueno pero sos primeriza".
Empezó a pedir requisitos para transformar la casa en una sala de parto. Hablamos y le expliqué que quería en síntesis un parto respetado. Que no me pusieran en una camilla si tenía ganas de revolcarme en el piso, entre otras cuestiones, y que si en pleno trabajo de parto no había necesidad de irme de mi espacio, no hacerlo.
Días previos nos había visitado otro médico (y amigo) que para la fecha estaría afuera hablándonos de riesgos y de tiempos en los que sería necesario acudir a la institución.
Le planteamos ese día, al dr. visitante el conocimiento de esta información que no desconoció pero la idea no lo entusiasmaba.
18 pm mi doula del amor me hacía té de frambuesa y masajes dibujandome la transformación que iba haciendo mi cadera, mi mamá media minutos y contracciones.
Para las 10 pm ya estábamos en nuestra habitación, salamandra prendida, mantas muchas y agua caliente. Y el útero apoderándose de todo el cuerpo en todos sus sentidos.
Meses antes al alumbramiento una bruja que podía ser mi mamá por su edad, con experiencias de haber parido en institución como en su propia casa, me explicó: Las mujeres somos canales de vida, no podemos adueñarnos del nacimiento de nuestra cría a capricho o antojo. En todo parto (donde sea) la vida y la muerte están presentes de igual manera. Lo que esperamos es que "normalmente" "todo salga bien" y el bebé se prenda a la vida.
Al momento del parto estas palabras estuvieron muy presentes, también elaborada la idea de que no sabía qué iba a pasar, no se si quería parir en casa, pero algo adentro de mí resonaba muy fuerte con esa idea, y solo pensar que entrar a una institución iba a ser para que obstruyeran todas mis necesidades fisiológicas me aterraba (qué axageraaada, NO: ME-A-TE-RRA-BA, y estaba viviendo un embarazo demasiado hermoso siguiendo la demanda de mi cuerpo como para ignorar esto). Intenté en varias ocaciones que me escucharan, por supuesto, no sucedió. Por otro lado, como madre-canal sabía que esta vida no era "mía", que había muchos familiares esperando a esta persona además de mí. Por lo que no iba a correr ningún riesgo (aunque en la institución y en el parto más planeado y "controlado", se corren riesgos, solo que la mayor parte de las veces no lo sabemos), ante el menor indicio de que necesitara ayuda tenía vehículos disponibles para salir corriendo.
12pm, en casa, colgada de una hamaca paraguaya, con mi mamá reloj en mano midiendo los minutos de las contraccines, con @georginadibujanta escurriendome toallas de agua tibia desde la cintura, el misterioso tapón mucosa se vislumbró, eso de lo que había leído tanto pero no había visto ne mi vida. Pero las contracciones empezaron inhibirse, no duraban lo que tenían que durar, y no tenían la continuidad que deberían tener. Algo estaba pasando. Estar en casa, con 6 personas más respetando y sirviendo con puro amor, (porque nada más que el amor podía haberlos movilizado hasta ese momento) me permitió entender que todos los recursos estaban siendo usados para combatir el dolor, porque según lo estudiado el parto debería no doler. Pero yo ¿qué quiero? quiero que mi bebé nazca, entonces (lamparita) tenía que ir con ese dolor, me estaba marcando el camino. Pedí que apagaran las luces, que nadie me dijera qué medida tenía más nada, deje de vocalizar a viva voz, en silencio, el papá de Gaia me tenía la mano, y yo apretaba cuando sentía contracción. En cuestión de segundos no había dolor, un pulso enorme, inexplicable, sacudiendo todo mi cuerpo. Todo tipo de visualizaciones tuve. y de repente "el último pujo", el cuerpo se contrajo enterito, solito, yo solo me dejaba llevar. Y Gaia nació. Se me resvalaba entre las manos, había una persona ahí! no podía creer lo que veía!!!! la sostuve como pude, abrió los ojos, me miró, y durmió. El agente sanitario y los demás: "qué llore". Hicimos que llorara, nos dio el gusto dos segundos y se durmió. Tomó la teta 5hs después.
40 minutos para que la placenta saliera, nadie me dejaba pararme, me cuidaban y yo obedecía jeje. Mi mami vestía a su nieta, días antes le había elegido la ropita y lavado con mucha dedicación.
Sentía que mi útero seguía latiedno, había miedo en el entorno, lo percibía, hasta que alguien no sé por qué dijo: la placenta es un segundo parto. y yo: "entonces dejenme pararme!" me paré, y otra vez un pujo: esa cosa vigorosa que llamamos placenta afuera.
La enterramos en el bosque, en las raices de un Nothofagus pumilio (lenga).
de lo que siguió solo contarles algo esfímero que no se borra de mi mente: con Georgi desdoblamos una de las sábandas blancas con la que habíamos limpiado a Gaia, y tenía un dibujo con sangre tipo acuarela de un útero gigante y perfecto.
Pasan los años y no dejo de caer en la conclusión de que ese parto fué un regalo del cielo, un ritual de tiruales alucinantes. Y no puedo más que estremecerme entera de gratitud.
No fue idealista, fue VIVO.
Lo recomiendo? No.
No lo recomiendo? No.
Lo volvería a hacer? No lo sé.
Fui una primeriza inconciente? Creo que si algo no faltó fué conciencia, por más q la edad traiga cada vez más temores y recaudos.
En mi segundo embarazo sentí miedo desde el día 1 y no fue casual. Pero eso será otro relato.
Sueño con el día en que respeto y nuestra soberanía con los nacimientos sean una garantía. Que no nos asusten sin necesidad. Que ninguna mamá sienta miedo de ir a una institución.